“CONSTRUIR, HABITAR, PENSAR” de Heidegger a Chillida

 

Yuly Katherine Gil Silva

Heidegger reflexiona sobre la crisis en la proyección de la vivienda en la Alemania moderna, donde la construcción se ha reducido a un acto meramente técnico y funcionalista, olvidando la esencia del habitar. En este contexto, las edificaciones se diseñan sin considerar la relación profunda que los seres humanos establecen con el espacio, transformando la arquitectura en un ejercicio mecánico, carente de significado.

Para Heidegger, habitar no es simplemente ocupar un espacio físico, sino estar en sintonía con el mundo, estableciendo un diálogo con el entorno natural y cultural. Construir y habitar están intrínsecamente ligados, pues edificamos como una manifestación de nuestra existencia. La verdadera arquitectura no solo proporciona refugio, sino que permite enraizarnos en el mundo, creando lugares donde la vida humana pueda desplegarse en armonía con su entorno. Yo cuido al mundo y el mundo me cuida a mí.

El concepto de Geviert (cuadro cósmico), introducido por el filósofo, explica la existencia humana a través de la interrelación de cuatro elementos fundamentales. La tierra, como base material que sostiene la vida y permite la edificación. El cielo, que envuelve el mundo con luz, clima y temporalidad. Los mortales, es decir, los seres humanos, cuya existencia está marcada por la finitud y la conciencia de la muerte. Finalmente, las divinidades, que representan la espiritualidad, la memoria y aquellos significados que trascienden lo inmediato. Para Heidegger, la verdadera arquitectura debe armonizar estos cuatro aspectos, permitiendo un habitar pleno y significativo.

La arquitectura no debe limitarse únicamente a su dimensión material y técnica. Al igual que Schmarsow, Heidegger enfatiza que, si bien el aspecto físico y tangible es fundamental en el desarrollo de las construcciones, lo verdaderamente esencial es la relación del cuerpo humano con su entorno. Es esta conexión la que debe prevalecer en el diseño arquitectónico, permitiendo que los espacios no solo sean habitados, sino también experimentados de manera única. La arquitectura, entonces, no solo construye estructuras, sino que moldea vivencias, otorgando significado y profundidad a la forma en que interactuamos con el mundo.

La arquitectura moderna introduce nuevas preocupaciones de diseño centradas en la rentabilidad, funcionalidad y eficiencia, lo que llevó al descuido del profundo significado de habitar. Heidegger enfatiza que el espacio arquitectónico no es solo un contenedor de personas, sino un medio que permite generar relaciones e interacciones con el mundo. La verdadera arquitectura debe reflejar nuestra permanencia en el entorno, y solo cuando la habitamos con sentido de pertenencia y le otorgamos significado, logramos crear espacios auténticos. Es en esta conexión donde la arquitectura trasciende lo meramente físico para convertirse en una experiencia vital y significativa.

La casa de la cascada de Frank Lloyd Wright (1939) y la Capilla de Notre Dame du Haut en Ronchamp, diseñada por Le Corbusier (1955), son dos claro ejemplos de aquello de Heidegger postula, sin embargo, son las esculturas de Eduardo Chillida un reflejo del cuadro cósmico.

Construcciones orgánicas pioneras: la casa de la cascada | Arquitectura  Sostenible

Tomado de : https://arquitectura-sostenible.es/construcciones-organicas-pioneras-casa-cascada/

Notre Dame du Haut chapel, Le Corbusier, 1955, France. | Download  Scientific Diagram

Tomado de: https://www.researchgate.net/figure/Notre-Dame-du-Haut-chapel-Le-Corbusier-1955-France_fig4_338249789

En 1990 en el Cerro de Santa Catalina (España) se inaugura la obra Elogio del horizonte del escultor anteriormente nombrado Eduardo Chillida, su interés por habitar el espacio este ligado al pensamiento de Martin. La obra consiste en una imponente estructura de hormigón armado de 10 metros de altura en forma curva y abierta y se describe según los elementos del Geviert de la siguiente manera:

La tierra, base sobre la que se asienta la obra, está representada por el Cerro de Santa Catalina, estratégicamente elegido por su relación con el paisaje de Gijón. Chillida ancla la escultura sin alterar el terreno, respetando su topografía e integrándola de manera orgánica con el entorno. El cielo se experimenta a través de las sensaciones que provoca la forma curva y abierta de la obra, permitiendo que la luz, el viento y la brisa marina la atraviesen, ampliando la percepción más allá de lo visual. Los mortales, es decir, los visitantes, no solo contemplan la escultura, sino que la habitan, convirtiéndola en un espacio de encuentro y conexión con el entorno. Finalmente, las divinidades se manifiestan en la trascendencia de la obra, que enmarca el horizonte donde el mar y el cielo convergen, evocando la inmensidad y la eternidad. Al hacerlo, invita a la introspección y a la reflexión sobre nuestra existencia en el mundo.

Elogio del Horizonte | Web de Gijón

Tomado de: https://www.gijon.es/es/directorio/elogio-del-horizonte

La arquitectura y la escultura, cuando trascienden su dimensión meramente técnica y funcionalista, se convierten en espacios donde el ser humano no solo habita, sino que también experimenta, reflexiona y se conecta con el mundo de manera profunda. La obra de Chillida, enmarcada en el paisaje de Gijón, materializa la interacción entre los elementos del Geviert, permitiendo que la tierra, el cielo, los mortales y las divinidades confluyan en una experiencia sensorial y espiritual única. Así, se refuerza la idea de que construir y habitar no son actos separados, sino expresiones de nuestra existencia en el mundo. Solo cuando la arquitectura es capaz de generar este diálogo con el entorno y con quienes la experimentan, se convierte en un verdadero reflejo del sentido de habitar planteado por Heidegger.

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