Espacio y Percepción: La Arquitectura como Construcción Intersubjetiva

 


A lo largo del tiempo, e incluso en la actualidad, muchos consideran que la arquitectura es una disciplina meramente funcional, asociada exclusivamente a la construcción y a la resolución de problemas técnicos. Esta visión, centrada en la eficiencia estructural y la estabilidad de los edificios, es la que justifica su inclusión dentro de las facultades de ingeniería en algunas universidades. Desde esta perspectiva, el arquitecto es visto como un profesional encargado de diseñar espacios que respondan a criterios técnicos, materiales y económicos, con un enfoque pragmático.

Sin embargo, esta idea reduce el campo de la arquitectura a una cuestión mecánica y deja de lado su dimensión artística y perceptiva. Tal como lo desarrolla August Schmarsow en su estudio sobre la arquitectura, esta no se define solo por su capacidad constructiva, sino por su relación con el ser humano y su experiencia espacial. Schmarsow plantea que la esencia de la arquitectura no está en los materiales ni en las formas físicas, sino en la delimitación del espacio y en cómo este es percibido y experimentado por quienes lo habitan. Desde esta visión, la arquitectura no solo se construye, sino que se vive, y en ese sentido, se asemeja más a un arte que a una ciencia exacta.

Es por ello que, en muchas universidades la arquitectura se encuentra dentro de la facultad de artes. Como cualquier expresión artística, la arquitectura implica creatividad, composición y sensibilidad estética. No solo busca satisfacer necesidades funcionales, sino también generar sensaciones, atmósferas y emociones en quienes la experimentan. Un edificio no es solo una estructura, sino un espacio que moldea la manera en que las personas se desplazan, interactúan y perciben su entorno.

Las ciudades que habitamos suelen ser experimentadas, en gran medida, a través del sentido de la vista. Sin embargo, la arquitectura no solo se dirige a lo visual; también responde a nuestra percepción corporal. Damos por hecho nuestro movimiento constante y cómo los espacios influyen en nuestra experiencia cotidiana, pero estos afectan nuestra orientación, nuestros desplazamientos y nuestra interacción con otros. Tal vez esta conciencia espacial se vuelve más evidente en situaciones de aglomeración, como en un concierto, una manifestación o un transporte público abarrotado, donde sentimos de manera tangible los límites del espacio y nuestra relación con los demás.

Schmarsow plantea que el cuerpo humano es la referencia fundamental de la arquitectura, ya que esta responde a tres ejes principales: la verticalidad (de la cabeza a los pies), la horizontalidad (de derecha a izquierda) y la profundidad (de adelante hacia atrás). Esta relación hace que la percepción arquitectónica sea siempre subjetiva y que ningún espacio se experimente de la misma manera para dos personas. La arquitectura, entonces, no solo debe entenderse desde la ingeniería, sino también desde la subjetividad del habitante y su vínculo con el espacio.

Si se toma de ejemplo la casa Gilardi de Luis Barragán, se puede entender la subjetividad de un proyecto.

Fotografía de autoría propia

Barragán diseñó la Casa Gilardi con un enfoque en la luz, el color y la secuencia espacial, elementos que impactan de manera distinta a cada visitante. Por ejemplo, el famoso pasillo de acceso a la alberca es un espacio que se experimenta no solo visualmente, sino también a través del cuerpo. La altura de los muros, la estrechez del pasillo y la manera en que la luz natural incide en las superficies generan una sensación de tránsito y de anticipación antes de llegar al espacio abierto de la piscina.

Siguiendo la idea de Schmarsow sobre la intersubjetividad del espacio arquitectónico, la experiencia en la Casa Gilardi cambia según el individuo que la recorre. No es lo mismo que una persona de baja estatura atraviese la puerta que da a la azotea a que lo haga alguien más alto; su postura, su percepción de la escala y la manera en que ajustan su movimiento serán diferentes. Sin embargo, en ambos casos, la arquitectura provoca una sensación particular, lo que demuestra que su valor no radica solo en su estructura física, sino en cómo cada persona la vive.

Fotografía de autoría propia

Además, la Casa Gilardi no está diseñada únicamente para ser contemplada, sino para ser experimentada a través del cuerpo y los sentidos. La combinación de colores intensos, como el amarillo vibrante del patio o el rosa de los muros, junto con la luz cambiante a lo largo del día, transforma la atmósfera del espacio y refuerza la idea de que la arquitectura no es solo funcionalidad, sino también emoción y percepción. Con esto, Barragán comprendió que la arquitectura es una construcción intersubjetiva, en la que el espacio no existe de manera aislada, sino que se completa con la vivencia de quienes lo habitan.

Por lo tanto, la Casa Gilardi refuerza la idea de que la arquitectura o, específicamente el espacio arquitectónico, es una construcción intersubjetiva, pues es tanto técnica como artística. Si bien requiere conocimientos de construcción e ingeniería, su esencia radica en su capacidad de transformar la percepción del espacio y generar una conexión emocional con sus habitantes.

Comentarios

  1. La arquitectura como una construcción intersubjetiva es clave para entender su verdadera esencia. Reducirla solo a su dimensión técnica y funcional es ignorar su impacto en la percepción y la experiencia humana. La referencia a Schmarsow y su idea de que el cuerpo es la medida fundamental del espacio arquitectónico refuerza la noción de que la arquitectura no solo se construye, sino que se vive.

    El ejemplo de la Casa Gilardi de Barragán es muy acertado, ya que muestra cómo el color, la luz y la secuencia espacial pueden transformar la experiencia de un espacio más allá de su estructura física. En este sentido, la arquitectura se vuelve un lenguaje que comunica a través de la atmósfera y la emoción.

    Me parece interesante cómo mencionas que la arquitectura no solo debe verse, sino sentirse a través del cuerpo. En un mundo donde el urbanismo muchas veces prioriza la funcionalidad sobre la experiencia sensorial, recordar que habitamos los espacios con todo el cuerpo, y no solo con la vista, es una invitación a pensar la arquitectura desde una perspectiva más humana y sensitiva.

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