Fenomenología entre el Cuerpo y Espacio
La arquitectura, más allá de su función técnica, estética o de levantar muros, es un medio de interacción entre el cuerpo humano y el espacio. La experiencia arquitectónica se construye en la relación sensorial y perceptiva que el ser humano establece con su entorno. Es en este encuentro donde se define una relación objetiva e intersubjetiva con el espacio, donde el habitar trasciende la mera ocupación para convertirse en un acto de abrigar y cuidar, para establecer un vínculo emocional con el entorno que nos rodea.
Por ello el espacio es, ante todo, relaciones corporales. Antes de racionalizarlo, lo sentimos: la apertura del horizonte, o la verticalidad percibida por los árboles o la sombra proyectada por un muro. La noción del sitio, entendida como la relación entre el cuerpo y el entorno, se manifiesta en la forma en que el individuo se posiciona y se desplaza en un espacio. Esta relación es anterior a cualquier conceptualización arquitectónica y se fundamenta en cómo el cuerpo habita y experimenta el espacio.
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Imagen obtenida de: (2012, junio). Le Corbusier: Villa Savoye. El Planz - Arquitectura. |
Un ejemplo primitivo es la cueva: no solo como refugio, sino como una extensión del cuerpo que moldea su percepción del interior y el exterior. De manera similar, la arquitectura moderna, a través de conceptos como la planta libre, explora esta relación permitiendo que el espacio sea explorado sin la rigidez de particiones fijas, favoreciendo la exploración y la experiencia del ser, así mismo, la relación entre el cuerpo y el espacio es objetiva ya que responde a proporciones, materiales y formas que condicionan el movimiento y la percepción. Sin embargo, también es intersubjetiva, pues la experiencia del espacio arquitectónico significa que la forma en que percibimos y vivimos un espacio no es solo a través de un solo elemento, sino que se enriquece a través de la interacción con los fenómenos y los elementos materiales ejemplo de esto es la villa Savoye, ya que con sus muros de cristal y ventanas corridas desdibujan los límites entre lo contenido y lo expuesto (imagen 1), permitiendo que el jardín trabajado y natural se integre con los espacios habitables. Es decir, la arquitectura no solo afecta al individuo de manera aislada, sino que también se convierte en un medio de comunicación y en un marco compartido para la percepción colectiva. |
Imagen obtenida de: ResearchGate. (n.d.). Villa Le Lac: Ventana en el muro del jardín. |
Por ejemplo, un patio cerrado puede generar sensación de protección y recogimiento, como en la villa Le Lac de le Corbusier (Imagen 2) que a su vez el vano que se realiza mirando al lago genera conexión y apertura con el entorno mientras que un espacio cerrado como en esta casa que en juego con la horizontalidad que enmarca el paisaje del lago invita a la expansión y la contemplación y volviéndolo parte de la vivencia al interior de la vivienda. En este sentido, la arquitectura contribuye a la creación de atmósferas que dialogan con la memoria y el sentir de quienes las habitan, por ende, esta acción no se reduce a la ocupación de un espacio; implica establecer una relación simbiótica entre el cuerpo y el lugar.
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Imagen obtenida de: Fondation Le Corbusier. (n.d.). Villa Le Lac. |
Esta villa ejemplifica cómo la arquitectura puede articular el sentir del cuerpo en relación con el espacio. Su patio cerrado no solo genera una sensación de protección y recogimiento, sino que también actúa como una transición entre el resguardo y la apertura, estableciendo un equilibrio entre intimidad y conexión con el entorno. A su vez, la horizontalidad del ventanal enmarca el lago, extendiendo la experiencia del interior hacia el exterior y permitiendo que el paisaje forme parte activa de la vivencia arquitectónica. Este diálogo entre lo contenido y lo abierto transforma la casa en un espacio que no solo se habita, sino que también se siente, estableciendo una relación simbiótica con quienes la experimentan. Así, la arquitectura de la Villa Le Lac se convierte en un escenario de percepciones donde el cuerpo y el espacio interactúan de manera sensorial y táctil, que junto a la fenomenología permite construir una atmósfera que propicia la introspección que a su vez genera que el cuerpo se asiente en un espacio y se apropie del mismo.Para concluir, la arquitectura es, en esencia, el espacio donde el cuerpo y la percepción dialogan con el entorno. Es una manifestación tangible e intangible del sentir, donde los fenómenos y los elementos morfológicos se convierten en un puente entre el individuo y su experiencia del mundo. en el que el habitar y el sentir dan forma al espacio y lo llenan de sentido, generando significado y así mismo, relevancia al momento de diseñar.
Este texto plantea una reflexión profunda sobre la arquitectura como un fenómeno sensorial y no solo como un ejercicio técnico o estético. La idea de que el espacio se define a partir de la interacción del cuerpo con su entorno, antes de cualquier racionalización, es clave en la fenomenología arquitectónica y resuena con autores como Merleau-Ponty o Juhani Pallasmaa, quienes enfatizan la experiencia vivida del espacio más allá de su representación visual.
ResponderEliminarMe parece interesante la conexión entre la arquitectura primitiva, como la cueva, y la arquitectura moderna. Se muestra cómo ambas responden a una misma necesidad humana: establecer un vínculo entre el cuerpo y el espacio. Mientras la cueva es un refugio natural que moldea la percepción del adentro y afuera, la arquitectura moderna, con estrategias como la planta libre, permite una exploración fluida del espacio. La mención de la Villa Savoye y Villa Le Lac refuerza esta idea, pues ambos proyectos trabajan con la relación entre lo contenido y lo abierto, con ventanas y muros que enmarcan el paisaje y lo incorporan en la experiencia habitacional.
También es relevante el análisis de la intersubjetividad del espacio, es decir, cómo no se trata solo de una experiencia individual, sino que la arquitectura se convierte en un medio de comunicación y en un marco compartido de percepción. Esto es clave cuando se habla de diseño de atmósferas, pues estas no solo responden a la forma, sino a la memoria, la emoción y la historia de quienes habitan los espacios.
La conclusión sintetiza bien la idea central: la arquitectura es más que un conjunto de formas y materiales, es un espacio donde el cuerpo y la percepción dialogan con el entorno. En ese sentido, diseñar no es solo distribuir elementos en el espacio, sino generar significados y sensaciones que hagan que el habitar cobre sentido.
Es muy interesante relacionar el concepto de cueva en términos de la fenomenología. Recientemente, al leer el texto de Fujimoto sobre el "futuro primitivo", encontré una conexión fascinante entre la fenomenología y los conceptos primitivos de la arquitectura, especialmente en la reinterpretación de la cueva como un espacio de interacción humana.
ResponderEliminarEl nido y la cueva representan formas primordiales de la arquitectura, aunque sean opuestas en su esencia. Mientras que el nido es un espacio diseñado intencionalmente para la comodidad y funcionalidad de sus habitantes, la cueva es un fenómeno natural que el ser humano habita y adapta de manera intuitiva. Esta última, al carecer de una configuración predefinida, permite la exploración y el descubrimiento de usos espaciales más allá del funcionalismo convencional.
Si concebimos la arquitectura desde un punto de vista primitivo, la percepción del espacio se fundamenta en la orientación, la corporalidad y la profundidad. Más allá de las formas y estructuras, el verdadero significado del habitar radica en cómo el cuerpo interactúa con el entorno, otorgándole valor a través de la experiencia vivida. Así, la arquitectura del futuro no debería imponerse sobre el usuario, sino permitirle descubrir y apropiarse del espacio de manera orgánica, como lo haría en una cueva.