El Vacío y la Condición Humana

Jorge Oteiza, El Vacío y la Condición Humana


" Toda obra de arte -una estatua como una novela- es un organismo cuya estructura depende de su función. Su función es el hombre: se dirige a él y le habla. Lo hace para crear en el hombre una sensibilidad perceptiva, para que sepa ver espiritualmente y domine esta percepción según unas necesidades humanas."

 

Jorge Oteiza, escultor y pensador, trazó un camino en el arte que va más allá de la materia, de la forma y del volumen, su obra se concibe como un acto de desposesión, un vaciamiento que no es meramente físico sino ontológico, entre sus creaciones más emblemáticas, La conciencia del vacío, emerge como una manifestación del drama existencial del ser humano, una exploración sobre la ausencia del otro y su eco en la cotidianidad, la relación entre el vacío y la condición humana se convierte así en el eje central de una reflexión que trasciende la estética y se instala en el dominio de lo filosófico y lo metafísico.

El vacío en Oteiza no es una negación de la materia sino su posibilidad de trascendencia, la escultura tradicional tiende a ocupar el espacio, a llenar la realidad con su peso y su presencia. Oteiza, en cambio, busca desocupar, liberar la materia de sí misma para que el espacio adquiera un significado que va más allá de lo físico, en La conciencia del vacío, el vacío es la huella de un rostro que ya no está, una presencia ausente que paradójicamente se impone con más fuerza que la propia materia.


" Espacio es lugar, sitio ocupado o sin ocupar. Pero este sitio sin ocupar no es el vacío. El vacío se obtiene, es el resultado de una desocupación espacial. Es el resultado de una ausencia formal, el vacío se hace, es un resultado, no existe a priori."

 Esta dinámica nos remite a la filosofía del ser y el habitar de Martin Heidegger, en su concepción del "ser en el mundo", argumenta que el ser humano no es simplemente un ente entre otros, sino que su esencia se define por su relación con el espacio y el tiempo, la ausencia del otro es, en este sentido, un signo de nuestra propia condición, es decir, existimos en relación con lo que nos falta, con lo que se ha ido, con lo que podría haber sido Oteiza entiende esto y lo lleva al extremo en su obra: el ser humano es, en gran medida, la suma de sus vacíos.

Desde esta perspectiva, La conciencia del vacío nos enfrenta a una cuestión fundamental ¿qué es el otro en nuestra existencia cotidiana? Vivimos en un mundo saturado de presencias, de imágenes, de identidades construidas y consumidas rápidamente, sin embargo, en el centro de esta sobreabundancia se oculta una carencia fundamental, como lo es, la imposibilidad de acceder verdaderamente al otro, Emmanuel Levinas, en su filosofía del rostro, nos dice que el otro es siempre inaccesible en su totalidad, siempre hay un resto que se nos escapa, En este sentido, La conciencia del vacío de Oteiza es un recordatorio de esta imposibilidad, el otro está presente, pero su ausencia se hace más fuerte que su rostro. El vacío que Oteiza introduce en sus esculturas no es simplemente una forma negativa, sino una afirmación de la posibilidad, uno de sus propósitos experimentales, el escultor hablaba del "vaciarse para una plenitud", un concepto que resuena con la idea oriental del "wu" en la filosofía taoísta, el vacío como el espacio necesario para que algo ocurra. El ser humano, en su cotidianidad, habita constantemente estos vacíos, la espera, el silencio, la ausencia de respuestas, la soledad, son dimensiones fundamentales de la experiencia humana, no como carencias sino como posibilidades de sentido.

Desde este punto, La conciencia del vacío no solo representa un vacío, sino que nos interpela directamente, es decir, ¿qué hacemos con nuestros vacíos? ¿Cómo habitamos la ausencia del otro? Oteiza nos da una pista en su relación con el espacio, el vacío no debe ser llenado indiscriminadamente, sino asumido como parte de la experiencia del ser, en la cotidianidad, esto significa aprender a convivir con la incertidumbre, con la fugacidad de las relaciones humanas, con la inevitabilidad de la pérdida, la obsesión de tener la necesidad de plenitud, nos ha hecho olvidar que el ser también se encuentra en la ausencia.

Es aquí donde la escultura de Oteiza cobra su máximo sentido filosófico. Si el arte tradicional se ha enfocado en la forma y en la figura, Oteiza nos obliga a pensar en el fondo, en lo que no está. Su escultura no se trata de representar, sino de sugerir, de abrir un espacio para la reflexión y la experiencia. En este sentido, La conciencia del vacío es una invitación a pensar en el ser humano no como una entidad cerrada, sino como un proceso inacabado, una tensión constante entre la presencia y la ausencia.

En un mundo obsesionado con la imagen y la materialidad, la obra de Oteiza nos recuerda que el vacío también es una forma de presencia, La conciencia del vacío es un manifiesto sobre la necesidad de reconciliarnos con la ausencia del otro, de aprender a habitar el espacio que queda cuando la presencia se ha ido, el ser humano es un habitante de vacíos y en ese espacio de incertidumbre y posibilidad se juega su verdadera esencia.




https://artmiamimagazine.com/oteiza-la-consciencia-del-vacio/

https://molamicasa.com/oteiza-escultura-vacio/

Comentarios

  1. El concepto de vacío en la obra de Oteiza demuestra que puede ser un lenguaje propio, una forma de expresión tan poderosa como la materia misma. Lo que me parece más admirable es cómo su visión del vacío se transforma con el tiempo, evolucionando desde sus primeras exploraciones hasta alcanzar una madurez conceptual en obras como La conciencia del vacío. Al observar su trayectoria, se entiende cómo el vacío deja de ser solo una ausencia y se convierte en una presencia cargada de significado, una firma artística que lo distingue.

    Esta gradación en su obra, donde el vacío se hace cada vez más protagónico, me hace pensar en cómo podría aplicarse en la arquitectura. ¿Podemos, como arquitectos, utilizar el vacío como un elemento activo y no solo como un espacio residual? Oteiza plantea el vacío como posibilidad, como un medio para generar experiencias, algo que la arquitectura también debería explorar con mayor profundidad. En lugar de verlo como una simple ausencia de construcción, podríamos entenderlo como un catalizador de emociones, una herramienta para enmarcar la percepción y la interacción del usuario con el espacio.

    Al final, el vacío en Oteiza no es solo un recurso estético, sino una postura filosófica. Nos obliga a repensar la presencia a través de la ausencia, algo que en arquitectura podría traducirse en la forma en que diseñamos los espacios, dándoles más valor no solo por lo que contienen, sino por lo que dejan libre para ser experimentado.

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  2. Los seres humanos tenemos miedo al vacío, a la intemperie, a no sentirnos acobijados en todo momento por algo o por alguien, pero es necesario en todos los aspectos de la vida dejar un vacío desde la excavación estereotómica hasta un espacio en una obra de arte para apreciarla mejor, la necesidad de tener todo impregnado puede devenir de sentimientos de soledad, angustia y miedo al olvido o simplemente exagero, pero el asimilar el vacío como algo negativo no lo excluye de ser necesario, la connotación negativa que se le ha dado no deviene de el sino de la mente humana que requiere tener el control de todo, a la vez que tenerlo todo, la opulencia y avaricia pueden tener relación en el querer abarrotar cada centímetro del lugar, o tal vez exagero.

    Aprender a convivir con el vacío; con la soledad; con lo negativo, es parte de la vida misma.

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