La Corporalidad de la Arquitectura - Pabellón Alemán en Barcelona
Para comprender la evolución de la arquitectura, desde las cavernas decoradas con arte rupestre hasta las tiendas de los antiguos árabes, es fundamental entender que ha sido un proceso de transformación continua. Esta evolución nos ha llevado a una comprensión más precisa de lo que hoy entendemos como espacialidad.
Schmarsow nos plantea una idea clave: el espacio debe ser imaginado antes de poder ser creado. En el momento en que comenzamos a conceptualizarlo, le atribuimos factores como dimensiones, materialidad, textura y otros aspectos que contribuyen a una experiencia sensorial. De este modo, lo intangible se convierte en tangible, y la percepción del espacio se transforma en un fenómeno que, aunque intangible, influye en nuestra forma de experimentarlo. En este punto, la creación adquiere un significado distinto. Es fundamental comprender que el arte alcanza su verdadero propósito en su etapa final, cuando el receptor no solo lo observa, sino que lo interpreta y lo hace suyo.
Para que una obra sea verdaderamente comprendida, el espectador debe experimentarla casi como si fuera su propio creador. Sin embargo, es en la sensación y la interpretación donde el arte cobra un papel crucial. La obra alcanza su culminación no solo cuando es percibida, sino cuando es comprendida en un nivel más profundo, más allá de una simple lectura. La estructura instintiva del espacio nos envuelve en cualquier lugar donde nos encontremos y es algo que constantemente edificamos a nuestro alrededor, considerándola incluso más esencial que la forma de nuestro propio cuerpo. Esta percepción se construye a partir de experiencias sensoriales, donde las sensaciones musculares, la sensibilidad de la piel y la estructura corporal desempeñan un papel crucial.
A medida que la destreza manual ha mejorado y se han desarrollado nuevas técnicas de manipulación de materiales, los diseños arquitectónicos han evolucionado. Los límites del espacio se han ido definiendo con mayor precisión, aproximándose cada vez más a líneas rectas. La distribución de los elementos arquitectónicos refleja una tendencia hacia la uniformidad y el cierre intencionado de los espacios, adoptando como característica esencial la forma de una figura uniforme. Por ello, la premisa de la uniformidad lineal se traslada directamente al ámbito constructivo. En este contexto, podemos identificar aspectos como la simetría y los ejes lineales, que sirven como directrices para vincular la espacialidad de los proyectos con el punto de vista del observador. La primera delimitación para la formación de un espacio es el propio cuerpo, ya que establece un límite en su relación con la obra. Además de la búsqueda de la verticalidad, también encontramos un contraste con la superposición de dos líneas horizontales que envuelven el espacio, delimitando así la relación entre el sujeto y su revestimiento.
Es en este momento cuando comprendemos la plenitud del espacio y comenzamos a diferenciar entre la ciencia y el arte, así como la técnica de la espacialidad y su elevación sobre el suelo. La superposición de los elementos arquitectónicos sobre la tierra no solo redefine su relación con el entorno, sino que también protege al usuario de diversas condiciones externas, como el clima y otros factores ambientales. Este concepto se alinea con la búsqueda del fuego, el recorrido y la habitabilidad, aspectos que establecen una interacción dinámica con el entorno, ya sea negándolo, aceptándolo o adaptándolo a diferentes relaciones espaciales. Bajo esta premisa, podemos analizar el proyecto del Pabellón de Barcelona, una obra que busca el equilibrio entre regularidad y dinamismo a través de la disposición de planos simétricos en un entorno completamente desligado tanto del suelo como del cielo.
El Pabellón de Barcelona, construido en 1929 por Mies van der Rohe, transmite una sensación de simplicidad a través de la sucesión de planos verticales, configurados entre líneas horizontales que generan una percepción de profundidad. Este efecto se potencia mediante el uso de materiales transparentes, translúcidos y sólidos, en conjunto con el espejo de agua, que extiende su reflejo incluso por debajo de la línea del suelo. A pesar de su carácter modesto, el pabellón mantiene una composición constante basada en el concepto de planta libre, permitiendo una fluida interacción entre el espacio, la luz y los materiales.
En este punto, podemos relacionarlo directamente con el ideal de sensación espacial planteado en el texto. La materialidad, la dimensión preconcebida y la imagen resultante de sus distintos elementos transitivos desempeñan un papel fundamental en la interacción con el observador y en la manera en que este habita el espacio. Incluso en su aparente inmovilidad, la arquitectura transmite una sensación que, posteriormente, es comprendida en sus dimensiones estética y científica. No genera una sensación de pesadez, como sugiere la ley gravitacional, sino que, a través de su unidad, se transforma en un conjunto de partes que trasciende sus propios límites, muros, techo y piso, para integrarse con el entorno, ser habitada por el cuerpo y percibida por el observador.
Estoy de acuerdo con la relación entre la percepción del espacio y su construcción como la planteas, a lo largo de la historia, destacando cómo la arquitectura no solo responde a necesidades funcionales, sino también a experiencias sensoriales y conceptuales. Y, me gusta mucho la idea de Schmarsow sobre imaginar el espacio antes de materializarlo, ya que refuerza la noción de que la arquitectura es tanto un ejercicio de creación tangible como de interpretación subjetiva. Esto me lleva a preguntar, ¿hasta qué punto nuestra percepción del espacio está condicionada por la arquitectura en la que habitamos diariamente? ¿De qué manera los avances tecnológicos han influido en la forma en que imaginamos y experimentamos el espacio arquitectónico?
ResponderEliminarEl texto ofrece una reflexión profunda sobre la evolución de la arquitectura y su relación con la percepción del espacio. La idea de Schmarsow sobre la necesidad de imaginar el espacio antes de crearlo es especialmente interesante, ya que resalta la arquitectura como un fenómeno tanto tangible como sensorial.
ResponderEliminarLa relación entre cuerpo y espacio está muy bien planteada, mostrando cómo la arquitectura no solo delimita, sino que también envuelve y guía la experiencia del usuario. La referencia al Pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe es un gran ejemplo para ilustrar la interacción entre materialidad, luz y percepción espacial.