“Si no se donde estoy, es porque nada suena”

 Bejarano, C. (2013). Pedazos de mundo, fragmentos sonoros en Pedazos de mundo (pp. 7 - 16). Universidad Nacional de Colombia.

Ana Milena Gomez Gelves

El espacio arquitectónico y urbano no es solo una composición de volúmenes, luces y sombras; también es una entidad sonora que nos envuelve y nos sitúa en el mundo. A menudo, la percepción del espacio se reduce a su dimensión visual y geométrica, ignorando que su cualidad sonora es igualmente fundamental para nuestra experiencia. La fenomenología del cuerpo, desarrollada por Maurice Merleau-Ponty, y las exploraciones sobre el paisaje sonoro, como las de Bejarano en "Pedazos de Mundo", nos ayudan a entender el sonido como una dimensión constitutiva del espacio y la memoria.

En nuestra experiencia cotidiana, el sonido actúa como un tejido invisible que da cohesión a nuestra percepción del mundo. Si, como sugiere la pregunta "¿Soy yo el que pinta el mundo o el mundo se pinta a sí mismo a través de mí?", nuestra percepción no es una simple proyección subjetiva, sino un diálogo constante entre cuerpo y entorno, entonces el sonido es una de las principales vías de comunicación con el espacio. La fenomenología de Merleau-Ponty enfatiza que el cuerpo no es solo un receptor pasivo del mundo exterior, sino un agente activo que lo experimenta y le da sentido. En este marco, el paisaje sonoro no es un añadido accidental a la experiencia espacial, sino un elemento esencial para orientarnos y habitar el espacio.

El paisaje sonoro, tal como lo concibe Bejarano, es tanto un recurso cultural como un bien patrimonial que refleja las actividades vitales y las perspectivas humanas. Su estudio nos permite entender cómo la sonoridad de un espacio expresa las necesidades, deseos y modos de vida de una sociedad. No basta con simplemente oír; es necesario desarrollar una escucha atenta, permeable y libre de prejuicios para reconocer el paisaje sonoro en su autenticidad. Una buena calidad sonora no depende solo de la ausencia de ruido o de una armonización acústica intencional, sino de la capacidad de cada individuo para percibir y dar significado a los sonidos que le rodean.

Las Termas de Vals, diseñadas por Peter Zumthor, son un ejemplo paradigmático de la integración de la cualidad sonora en la arquitectura. Más allá de su impresionante materialidad y su diseño que enfatiza la luz y la textura, el sonido juega un papel central en la experiencia de este espacio. El eco del agua al chocar contra la piedra, el murmullo de las personas en un ambiente controlado y la resonancia de los pasillos de piedra generan una atmósfera envolvente que profundiza la sensación de inmersión. La ausencia de sonidos mecánicos o estridentes permite que el visitante se sumerja en una experiencia de introspección y relajación, donde el sonido se convierte en una textura más del espacio.

En contraste, pensemos en una estación de TransMilenio en Bogotá. Aquí, el paisaje sonoro está compuesto por la superposición de sonidos mecánicos, voces humanas, anuncios automatizados y el bullicio constante de la ciudad. La experiencia sonora de este espacio no es una mera acumulación de ruidos, sino una configuración específica que da cuenta del ritmo y la estructura de la vida urbana. Si elimináramos los sonidos de las máquinas anunciando las paradas o el murmullo de los pasajeros, la experiencia del espacio cambiaría radicalmente. Nos enfrentaríamos a una sensación de vacío, una desorientación que nos haría conscientes de la importancia del sonido en la construcción del significado del espacio urbano.

El silencio absoluto no es sinónimo de tranquilidad; en muchos casos, puede ser inquietante o desorientador. La frase "Si no sé dónde estoy, es porque nada suena" subraya esta idea: el sonido no solo enriquece el paisaje urbano, sino que nos permite ubicarnos en él. En este sentido, el paisaje sonoro actúa como un sistema proxémico, es decir, un organizador de las relaciones espaciales entre las personas y su entorno. Tanto en un entorno natural como en una gran ciudad, los sonidos delimitan espacios, generan jerarquías y modulan la experiencia del habitar.

La idea de documentar el paisaje sonoro a través de bitácoras fonográficas, como propone Bejarano, nos invita a una aproximación más profunda y consciente a nuestra relación con el entorno. Así como el urbanismo y la arquitectura buscan mejorar la calidad del espacio visual y físico, el diseño acústico debería ser una preocupación central en la planificación de los espacios habitados. Una ciudad que no solo se vea bien, sino que suene bien, es una ciudad que contribuye al bienestar y la identidad de sus habitantes.

En conclusión, la cualidad sonora del espacio es un aspecto fundamental de nuestra experiencia cotidiana y de nuestra relación con el mundo. A través del pensamiento fenomenológico y los estudios del paisaje sonoro, comprendemos que el sonido no es solo un fondo neutro, sino un elemento activo en la construcción del significado del espacio. Desde la atmósfera introspectiva de las Termas de Vals hasta la vibrante variedad de sonidos en TransMilenio, el sonido nos sitúa, nos orienta y nos conecta con la historia y la identidad de los lugares que habitamos. Es momento de reconocerlo como un componente esencial del diseño arquitectónico y urbano, y no solo como una variable secundaria a la que debemos adaptarnos.




Comentarios

  1. Analogar la experiencia sonora con esa relación intersubjetiva del hombre en su entorno, es un manera de evidenciar la experiencia del cuerpo en el espacio y de como participa en la espacialidad del mundo. Analogo a la afirmación de dice que se ve, no por tener ojos, sino porque el mundo es visible, puede decirse que se escucha porque es el mundo es audible, resulta entonces interesante la manera en que mundo influye en mi y yo en el a partir del sonido dentro de la fenomenología de Ponty

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