EL AURA, DIVISIONES VIRTUALES DE UN ESPACIO FÍSICO

El aura, divisiones virtuales de un espacio físico.

     El espacio no se trata solo de muros, calles o edificios, sino de las interacciones que experimentamos al movernos. Se manifiesta en esos pequeños gestos que existen en los lugares, en un aura que no tiene una presencia física evidente, pero que, por alguna razón, el cuerpo es capaz de percibir.

     Generalmente, cuando pensamos en el espacio, lo atribuimos a algo físico: un edificio, una habitación, una cantidad de metros cuadrados delimitados. Sin embargo, Heidegger nos invita a verlo de otra manera. Para él, el espacio no es simplemente el vacío entre contenedores, sino algo que se vive. Es una realidad que aparece en la interacción con el cuerpo, en el habitar del ser humano, quien a la vez contiene y es contenido por la espacialidad.

     Existen espacios que se crean a partir de pequeños gestos, detalles casi imperceptibles que, como señala Leatherbarrow, forman parte de una topografía que no solo es el suelo bajo nuestros pies, sino también una estructura de relaciones y experiencias que cambian con el tiempo. Esta topografía registra la praxis humana: cada vivencia, cada acción deja una marca en el espacio. Aunque el entorno físico permanezca inalterado, el cuerpo lo transforma con su presencia. El cruce de miradas en un pasillo, la manera en que nos sentamos alrededor de una mesa o el simple hecho de mover un objeto sobre un escritorio pueden redefinir nuestra percepción del lugar. Son cambios sutiles que generan divisiones invisibles pero contundentes dentro del mismo espacio.

     El aura de un espacio es lo que lo hace único, lo dota de una identidad particular y le confiere un contexto de originalidad. Hay lugares que transmiten sensaciones especiales, ya sea por su composición física—antepechos, columnas, repisas, luces o vanos que contienen a su vez otros espacios—o por la forma en que son habitados. Aunque su estructura permanezca igual, su presencia se impregna de significado. Los espacios que habitamos con regularidad pueden no cambiar materialmente, pero desprenden un aura que no solo reside en el lugar, sino en la manera en que el cuerpo lo atraviesa y experimenta esos portales internos dentro de un mismo entorno.

     Pero, ¿cómo se divide un espacio que no se percibe en términos físicos? ¿Cómo aparece su aura? Leatherbarrow afirma que la topografía no es uniforme, sino que está compuesta de capas y diferencias. En arquitectura, esto es evidente: un mismo espacio puede segmentarse a través del uso y la percepción. Un sillón, por ejemplo, al estar siempre en el mismo lugar, genera una barrera intangible, un punto de referencia que organiza el entorno. Si ese mueble es reubicado, el aura del espacio cambia, transformando la manera en que lo experimentamos. Así, el espacio se redefine sin necesidad de divisiones tajantes, sino a través de elementos virtuales que influyen en nuestra percepción.

     El espacio no es solo una cuestión de metros cuadrados. Va más allá de lo que podemos medir: se define por la forma en que lo vivimos, por cómo pequeños cambios alteran nuestra percepción y modifican el aura de lo que habitamos. Cada lugar está compuesto de elementos que construyen una atmósfera única, una serie de capas topográficas que dejan una huella en la manera en que nos relacionamos con el entorno. El espacio no solo nos rodea, sino que nos transforma a nosotros mismos, afectando nuestra experiencia, nuestra percepción y nuestra propia presencia dentro de un aura intangible hecha de pequeños portales.

Esteban Palencia Parada - Bogotá D.C - 13/12/2024


Imagen: "Heidegger en su refugio: la casa existencialista"
No solo se expresa las características físicas de la cabaña, sino que lo más importante es como Heidegger se instaló en esta y desarrollo su habitar. Esto lleva crear una serie de preguntas “quien es el sujeto que habita la casa existencial, a quien privilegia esta concepción doméstica” y esto se evidencia en las acciones de los sujetos, sus formas de actuar, en donde estas muestran la dominancia del lenguaje de la casa que es un reflejo de quien la habita, siendo el sujeto central y dominante el que la construye con su pensamiento, pensamiento que han interpretado el aura de lo que rodeamos.


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